Bruselas, 22 de marzo de 2013
Miguel Angel Martínez, vicepresidente del Parlamento Europeo.
“La voz del entendimiento me hace ser muy comedido”
Federico García Lorca (5 junio 1898 – 19 agosto 1936)
José Francisco Peña Gómez me honró con su amistad durante muchos, muchos años, y en
circunstancias bien diversas, dramáticas algunas, divertidas otras, todas ellas enriquecedoras
para mí en su compañía, por su personalidad y su experiencia.
Nos conocimos tras los acontecimientos de 1965, siendo él, creo recordar, Presidente de la
Juventud Revolucionaria Dominicana, y yo Vicepresidente de la Internacional de Juventudes
Socialistas, responsable en ella de nuestras relaciones y actividades en América Latina.
Peña Gómez fue uno de nuestros principales líderes desde el primer momento. Luego, nos vimos
con frecuencia y regularidad en Europa y por otras tierras, sobre todo en su mundo, que iba
desde Méjico a la Tierra de Fuego. No: desde Méjico no, puesto que también en los Estados
Unidos tuvo siempre Frank mucho qué decir, sobre todo entre los colectivos de hispanos,
naturalmente con sus compatriotas en primera línea.
Peña Gómez era particularmente generoso, eso lo saben todos los que tuvieron el privilegio de
conocerle y tratarle. Por ello, no me extraña que exagerase cuando, a menudo, le oí decir ante
otros amigos que yo les había presentado a todos los grandes líderes del socialismo democrático
europeo. Lo cierto, en todo caso, es que juntos coincidimos con compañeros como Olof Palme,
Bruno Kreisky, Willy Brandt y, sobre todo, Felipe González.
Se ha dicho poco y tampoco se ha escrito demasiado, haciéndole justicia, pero yo estoy en
condiciones de afirmar que Peña Gómez jugó un papel determinante en el interés que todos los
dirigentes que acabo de citar empezaron a sentir por América Latina, hasta llegar a hacer de
esas tierras una de sus prioridades estratégicas en un mundo donde la globalización ya iba
anunciándose y se hacía por ello más necesaria la actuación coordinada de los socialdemócratas
de todo el mundo.
Soy testigo de excepción de las cualidades extraordinarias que adornaban a Peña Gómez: la
solidez de sus convicciones democráticas; la firmeza de su preocupación por los más débiles y
por los más vulnerables, por los más pobres y por los más necesitados, predominó sobre
cualquier otra cosa. Hizo de la solidaridad bandera, como lo hizo de la lucha por el progreso
social, la justicia, y la libertad y la dignidad nacional para su pueblo.
Fue un patriota dominicano y un progresista universal. Así lo viví junto a él en momentos muy
complicados como los que rodearon en 1978 a los comicios que, una vez más, intentaron robarle
al Partido Revolucionario Dominicano en las elecciones donde las urnas y la voluntad popular
llevaron a la Presidencia de la República a D. Antonio Guzmán. Entonces, ya era Peña el
Secretario General y líder de su Partido y, con la generosidad de que antes les hablaba, siempre
me distinguió por el papel que me tocó jugar cuando cuatro jefes militares descerebrados
trataron de retrotraer a su país a un pasado que tanto sufrimiento habría causado al pueblo de
Santo Domingo. Cosas de la vida y de la Historia me permitieron vivir junto a Peña Gómez algún
que otro capítulo fascinante de mi patria y de la suya. En la mía, porque siempre me acompañó,
1 Prólogo tomado del libro “La crisis del PRD: Un desafío a la democracia”, autor Fausto Herrera Catalino
tanto en la resistencia antifranquista como en la restauración de la democracia. Y, en este último
capítulo, tanto en los años en que los Socialistas del PSOE estuvimos en la oposición, como
cuando, con Felipe González a la cabeza, nos tocó gobernar el país y darle el mayor impulso de
progreso que jamás conociera España por los siglos de los siglos.
Ese es mi recuerdo de cariño, de admiración y de agradecimiento hacia José Francisco Peña
Gómez. Ese, mi compromiso y ésa mi angustia cuando, visitando recientemente Santo Domingo
y departiendo con sus discípulos Fausto Herrera Catalino, Glovis Reyes Aglón y muchos
compañeros y compañeras, me encuentro con una realidad que supone un serio peligro de que
se arruinen las enseñanzas y el camino recorrido por el pueblo dominicano y por su principal
Partido, yéndose también a pique los valores que siempre identificaron a nuestro amigo.
Dice un poema de Federico García Lorca “la voz del entendimiento me hace ser muy comedido”:
de ahí que, en línea con el consejo del poeta me abstenga, deliberadamente, de calificar
conductas incompatibles con lo que Peña Gómez significó durante décadas.
Pero, aún sin descalificar nominalmente a nadie, otra cosa será reclamar de quienes han venido
liderando últimamente al PRD, decencia, coherencia y respeto; instándoles a que no impidan
que los hombres y mujeres que integran el Partido puedan manifestarse libremente para salir
del atolladero en que otros les metieron, y avanzar con la organización unida y fuerte que
necesitan el pueblo y el país, seguramente más que nunca. Respeto a las normas que han venido
rigiendo al Partido Revolucionario Dominicano; coherencia con los valores de la
socialdemocracia que supusieron un enorme capital de éxito y de esperanza; y decencia para no
traicionar a quién, por encima de todo, fue un hombre de bien: mi compañero, mi amigo y mi
hermano, José Francisco Peña Gómez.
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