Un libro recopila las columnas del periodista y escritor venezolano, donde aborda las grandes cuestiones que nos acechan como sociedad: el estado de derecho, la emergencia climática, la inteligencia artificial, la crisis de las democracias o la posverdad
Las democracias están cuestionadas en todo el mundo. Esto no es algo nuevo. De hecho, los padres de la democracia norteamericana, la más vieja del mundo, ya sabían que era un sistema imperfecto. En la actualidad, el cuestionamiento proviene desde diferentes ángulos. Por un lado, nos encontramos a los autócratas que desean acumular más poder y no ser cuestionados por sus decisiones, restringiendo, por ejemplo, la libertad de los medios de comunicación o poniendo en duda el estado de derecho. Dirigentes como Donald Trump, Vladímir Putin o Nicolás Maduro entrarían dentro de esta categoría. Por otro lado, tenemos a los que se encuentran en el otro extremo, los que consideran que nuestras democracias no son suficientemente democráticas y aspiran a una mayor implicación de la ciudadanía en la toma de decisiones. Aunque, en ocasiones, algunos de estos dirigentes acaban cruzando la delgada línea roja que separa a la democracia del populismo, presentándose ellos como intérpretes de la voluntad popular y estableciendo una relación cuasi mesiánica entre líder y pueblo. Por no hablar del espacio residual en el que dejan a las minorías, en la medida que ganar una elección puede acabar justificando casi todo. Ya sea por las pulsiones autoritarias y por las pulsiones “democratizadoras”, nuestros sistemas políticos están inmersos en una crisis permanente.
Sobre estas cuestiones y algunas más versa el último libro de Moisés Naím: Lo que nos está pasando. Este texto recopila muchas de sus columnas de opinión publicadas en los medios de comunicación entre 2016 y 2023. Estamos, de hecho, ante la continuación de uno de sus trabajos anteriores que publicó en 2016, Repensar el mundo: 111 sorpresas del siglo XXI, cuando también recogió algunas de sus columnas de los cinco años anteriores. Al igual que hizo entonces, aborda las grandes cuestiones que nos acechan como sociedad: el estado de derecho, la emergencia climática, la inteligencia artificial, la crisis de las democracias o la posverdad.
El autor tiene como punto de partida la enorme incertidumbre a la que nos enfrentamos como sociedad. Pero no pretende dar soluciones, sino más bien reflejar y analizar los problemas, huyendo de la banalidad y de los lugares comunes. Junto a ello, si hay algo que destaca por encima de todo, es la valentía del autor a la hora de presentar los problemas. Si volvemos a la reflexión que es punto de partida este texto, cuando pensamos en las democracias y sus imperfecciones, muy pocas veces reparamos en la ciudadanía: “Hay que esforzarse en buscar mejores líderes. Pero también hay que mejorar la calidad de los seguidores” (p. 332). Así, denuncia la charlatanería de dirigentes como Donald Trump, aunque no es menos cierto que en una democracia, este tipo de liderazgos hacen fortuna porque hay una parte de la sociedad que los ampara y los apoya. Es decir, los votantes también son responsables de lo que está pasando en la crisis de las democracias, algo que es políticamente incorrecto admitirlo; de ahí su valentía.
Pero si hay alguien que debería leer este libro con atención es una parte de la izquierda de nuestro país que ha visto en América Latina la solución a nuestros problemas. Los relatos constantes que hace de lo acontecido en Venezuela, es la historia de un Estado fallido. Y el desencadenante, como sabemos desde las ciencias sociales, es el deterioro socioeconómico de un país que alumbró una profunda decepción y malestar en la sociedad. De nuevo, la ciudadanía no es inocente en lo ocurrido: Hugo Chávez alcanzó el poder por los votos. Pero factores como la existencia de petróleo también pudieron influir. Uno de los debates más intrigantes en ciencia política es hasta qué punto la movilidad del capital y la globalización favorecen las democracias. Y es que casi todos los países que tienen petróleo, son dictaduras.
En definitiva, como los buenos textos, Moisés Naím genera más preguntas que respuestas. Y como dice el autor en cierto momento: “Te deseo que vivas tiempos interesantes”.
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