Defensa selectiva de la soberanía nacional

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Felipe Ciprián

30/04/2025

Una de las virtudes más valoradas es la gratitud. Una de las peores actitudes humanas es la arrogancia.

Incapaz de ser ingrato y mucho menos arrogante, pongo mi versión de lo que pasa contra los haitianos.

Ingratitud y abuso es lo que está haciendo el gobierno dominicano en su campaña despiadada contra la migración haitiana: hombres, mujeres y niños totalmente indefensos convertidos en objetivo a perseguir, maltratar, despojar y finalmente arrojar de aquel lado de la frontera, para que las formaciones armadas irregulares los tomen a su antojo.

Todo ese chaparral de odio esencialmente racista, se hace en nombre de la soberanía nacional.

Difícilmente esa política de “tierra arrasada” contra los migrantes haitianos conduzca a puerto seguro.

La gran excusa de “nacionalistas de pacotilla” –como los llamaba con razón José Francisco Peña Gómez– es que los haitianos pobres, trabajadores, negros, ponen en peligro la nacionalidad dominicana.

Ahora me entero de que trabajando como obreros –mal pagados y sin seguridad social– construyendo edificios en la avenida Anacaona, sembrando arroz en el Bajo Yuna, plantando café en las montañas de Cambita, Barahona y Ocoa, sembrando y picando caña por cien años en los ingenios, cultivando hortalizas en los invernaderos de Rancho Arriba, Constanza, Jarabacoa o San Juan, se pone en peligro la soberanía.

Y ahora también conozco que cuando un obrero haitiano se raja una pierna trabajando en la construcción de una torre, no puede ir a un hospital porque después que lo estabilizan, se lo entregan a Migración para deportación o extorsión, depende.

Esta agenda gubernamental, alimentada por una concertación y una narrativa extremista, cubre con la polvareda que levantan los haitianos en huida, la incompetencia para construir escuelas, hospitales, carreteras, dar servicios vitales, invertir para generar empleos, mientras los funcionarios se comen el presupuesto dando pensiones, empleos improductivos y “ayuda social” para mantener cautivas a sus víctimas.

Las dos caras de los haitianos

La “cultura” dominicana enseña que su peor enemigo es el haitiano pobre, negro y sin documentos.

Los “haitianos buenos” como Gilbert Bigio, Michelle Martely y Andy Apaid –todos sancionados por Estados Unidos y Canadá– son bienvenidos y acogidos como socios por los magnates dominicanos, incluidos los más altos funcionarios del gobierno.

Los entiendo: el dinero no hiede a grajo.

Y las raíces “históricas” de ese desprecio al haitiano viene desde 1822 cuando sus tropas se adueñaron del territorio oriental de la Isla de Santo Domingo.

Pero resulta que los haitianos no vinieron a atacar a los “dominicanos”, sino a defender el territorio ante las potencias colonizadoras para que no reimplantaran la esclavitud, abolida en Haití por ellos mismos con una revolución triunfante frente a las tropas de Napoleón.

Duarte, los trinitarios y los hateros liderados por Pedro Santana impulsaron un proyecto independentista que 11 años después concretó el surgimiento de una nación soberana.

Al cabo de seis años y tras destruir o cooptar a los trinitarios, Santana bajó la bandera tricolor y pactó la anexión a España. La independencia, cual niña de seis años, fue estuprada por la principal espada que la conquistó.

La Restauración y San Zenón

Cuando dominicanos dignos, patriotas, se consagraron a impulsar la lucha por restaurar la independencia, fue el pueblo y el gobierno haitiano quienes los acogieron, los armaron, les dieron recursos de todo tipo y desde su territorio, invadieron el país por Capotillo para combatir la colonización española.

Eso se inició el 16 de agosto de 1863 y en julio de 1865, las tropas españolas y los colaboracionistas dominicanos, se rindieron vergonzosamente ante las guerrillas restauradoras.

En septiembre de 1930 el ciclón San Zenón destruyó gran parte del país y la primera ayuda de emergencia que llegó a Santo Domingo, masiva, fue la del gobierno haitiano.

Trujillo acababa de entronarse en la Presidencia de la República y luego ‘devolvió’ ese gesto de gratitud, siete años después, con la “Masacre del Pelejilo”, que devoró a miles de agricultores haitianos (negros y pobres) en la frontera.

Contra los agresores USA

El derrocamiento del gobierno de Juan Bosch el 25 de septiembre de 1965 fue un concierto fabuloso de oligarcas, fanáticos e imperio estadounidense.

La reacción de la juventud fue ir a las montañas sin adiestramiento, improvisadamente, con una pésima valoración de la realidad nacional, pero con un inmenso patriotismo y disposición. Fue derrotada, asesinada, encarcelada y exiliada. Militares constitucionalistas asestaron un golpe duro a la oligarquía que usufructuaba el Estado y reclamaron el regreso de Bosch y su Constitución al poder sin elecciones.

Derrotada la soldadesca al servicio de la oligarquía en tres días de desigual combate, las tropas de Estados Unidos agredieron la soberanía con miles de soldados.

Decenas de haitianos, negros, pobres, intelectuales y sobre todo patriotas, se confundieron con los combatientes dominicanos para enfrentar al agresor imperial, entregando su sangre sin pedir nada a cambio.

Exactamente cien años después de apoyar sin reservas la restauración de la independencia, los haitianos –ahora en territorio dominicano– empuñaron las armas para rechazar al invasor yanqui.

Y ahora –como lo hizo Trujillo– los dominicanos les “agradecen” su sacrificio, persiguiendo, extorsionando y maltratando a sus mujeres, hijos y arrojándolos en camiones 24 horas después de parir y nacer. ¡Dios mío, cuánta ingratitud y horror!

¿Dónde estaban los soberanistas?

Todo eso lo hace el gobierno de Luis Abinader, el PRM y los facciosos del nacionalismo racista, sin agradecer ni inmutarse.

El racismo no tiene nada que ver con la defensa de la soberanía.

Pasemos una prueba al gobierno, a los soberanistas, nacionalistas y demás fanatizados contra los haitianos.

¿Qué hizo o dijo el gobierno de Luis Abinader cuando en febrero pasado el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, fue a un aeropuerto dominicano y ordenó llevarse a la Florida un avión que estaba en reparación en un aeropuerto del país, propiedad del Estado venezolano?

¿Qué dijeron o hicieron los nacionalistas soberanistas frente a esa frescura de ese nuevo procónsul norteamericano en territorio dominicano?

¿Cuál manifestación ordenó el tipo ese que anda vestido de coronel full y dirige una tal orden nazista y racista (solo contra los haitianos) sin que nadie le diga que eso viola la ley?

¿Cuántos editoriales se escribieron condenando el abuso que cometió Marco Rubio contra la soberanía dominicana en forma ceremoniosa al llevarse un avión ajeno?

La cosa más fácil que puede haber en el mundo dominicano es ser nacionalista anti-haitiano pobre. La más difícil es enfrentarse al neocolonialismo imperial, donde todos callan, a coro.

Si el gobierno y los nacionalistas solo ven haitianos en la sopa y se hacen los “chivos locos” frente al abuso imperial, son cínicos y abusan de la ignorancia de los infelices dominicanos que tienen en un rejón para que coman salami y cada cuatro años voten por ellos para perpetuar su sistema de robo, manipulación y arrogancia.


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