
20/05/2025
Ronald Reagan, uno de los presidentes más influyentes de Estados Unidos, comparó el código fiscal de su país con un “atraco diario”. Aquella metáfora capturó la frustración colectiva y motivó reformas profundas. Entre tú y yo, en la República Dominicana no solo vivimos ese atraco: aquí se ha institucionalizado, y se extiende mucho más allá de los impuestos. Lo vivimos en la salud, en los servicios básicos, en la burocracia… y hasta en la pérdida de la esperanza.
El sistema de salud: burocracia que enferma
Las Administradoras de Riesgos de Salud (ARS), llamadas a facilitar el acceso a tratamientos médicos, se han convertido en filtros implacables donde prima el ahorro por encima de la vida. A un paciente con cáncer se le negó la autorización para recibir su quimioterapia con internamiento, obligándolo a someterse a un procedimiento ambulatorio, contrario a la indicación médica.
La doctora Ángela Cabreja, presidenta de la Sociedad Dominicana de Oncología, denunció públicamente que algunas ARS están modificando los medicamentos recetados por los oncólogos, imponiendo tratamientos distintos a los indicados. Esta práctica viola el acto médico, compromete la salud del paciente y revela un modelo perverso, donde el criterio clínico queda subordinado a los intereses financieros.
Pagamos por todo, recibimos poco
ITBIS, peajes, arbitrios, facturas y más impuestos. Pagamos como si viviéramos en un país modelo, pero recibimos calles llenas de baches, apagones diarios, aceras sucias y una seguridad frágil. El ciudadano cumple, pero el Estado no responde. Es como pagar por una cena de lujo y que solo nos sirvan el mantel sucio. La indignación crece porque el sacrificio no se traduce en mejoras visibles ni en servicios de calidad.
Impuestos que castigan al pobre y premian al evasor
El sistema fiscal castiga al pequeño y protege al grande. El ITBIS lo paga quien compra comida o productos básicos, mientras otros manejan millones sin rendir cuentas. Según la Dirección General de Impuestos Internos, la evasión del ITBIS supera el 36.7 %, y la del Impuesto sobre la Renta alcanza el 61.89 %. Esa evasión, tolerada en la cúspide, profundiza la desigualdad y perpetúa una estructura injusta que hunde a muchos en la informalidad y la desesperanza.
Corrupción: el atraco silencioso
Cada peso desviado mediante sobreevaluaciones, sobrecostos u órdenes de compra infladas es un robo que rara vez recibe castigo. Las condenas simbólicas y los expedientes que duermen en los tribunales refuerzan la sensación de impunidad. Según la Fundación Institucionalidad y Justicia (FINJUS), más del 60 % de las leyes dominicanas no se aplica de forma efectiva. Cuando la ley no se cumple, el abuso se convierte en norma y la corrupción, en costumbre.
¿Hasta cuándo?
La paciencia ciudadana está agotada. Trabajamos sin progresar, pagamos sin recibir, denunciamos sin respuesta. No podemos seguir aceptando un sistema que normaliza el atropello, que premia al evasor y castiga al honesto.
Entre tú y yo, ha llegado el momento de exigir. Que el Estado recupere su vocación de servicio, que las instituciones rindan cuentas, y que despertemos como sociedad.
Y si alguien cree que exageramos, basta recordar las palabras de Reagan: “El sistema fiscal se ha convertido en una forma de atraco diario.” En nuestro caso, ese atraco no solo es fiscal. Es también moral, institucional y estructural. Y ya es hora de detenerlo.
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