El presidente Petro debe poner orden en las luchas internas de su gabinete y centrarse en la gestión

Las crisis han marcado al Gobierno de Gustavo Petro desde sus primeros pasos en 2022. Además de las constantes ofensivas de la oposición y de las batallas intestinas, los señalamientos más graves al primer presidente de izquierdas de la Colombia contemporánea se han originado en el corazón de su gabinete. Esas tensiones entorpecen el trabajo de toda la Administración y amenazan su estabilidad. Los cuestionamientos conocidos en las últimas semanas siembran dudas sobre la capacidad de gestión del mandatario. El episodio que ha envenenado el ambiente del Ejecutivo ha sido el recrudecimiento de la guerra sin cuartel entre los dos colaboradores más cercanos a Petro, la ministra de Relaciones Exteriores, Laura Sarabia, y el ministro de Interior, Armando Benedetti.
Sarabia acudió a la Fiscalía para ampliar sus denuncias por violencia de género y enriquecimiento ilícito contra el que fuera su jefe, un veterano político que a principios de año volvió a Bogotá tras un destierro forzoso como representante ante la FAO en Roma. Benedetti fue denunciado por su esposa por haberla amenazado con un cuchillo durante un viaje a Madrid, aunque meses después ella se retractó. Ambos mantienen un pulso permanente por ser la mano derecha del presidente y el resultado de este choque ha dejado al descubierto un reguero de escándalos, como la supuesta financiación irregular de la campaña electoral, con un trasfondo de venganzas personales.
Pero este es solo el último de una serie de vendavales que han dejado expuesto a Petro en un momento políticamente muy delicado, con reformas atascadas en el Congreso y una gobernabilidad cada vez más comprometida. La carta pública enviada a finales de abril por el excanciller Álvaro Leyva puso sobre la mesa unas graves acusaciones que dibujan a un presidente errático, dogmático y alejado de la realidad. En el escrito, el diplomático acusó al presidente de tener un problema de drogadicción, le afeó falta de formalidad, impuntualidad e incapacidad para cumplir compromisos. Petro rechazó de plano todas las acusaciones y tachó a Leyva de “víbora”. Otro de sus antiguos ministros, Alejandro Gaviria, llamó al presidente “figura trágica”. “Pienso que el presidente ha desperdiciado una oportunidad de liderazgo global”, lamentó.
A pesar de las críticas, la aprobación del mandatario ha repuntado esta semana hasta el 37%, el mejor dato en dos años. Petro busca recuperar la iniciativa precisamente con el resorte de la movilización popular, como ha hecho en otras ocasiones. El Primero de Mayo encabezó la marcha del Día del Trabajo, en la que desafió al Congreso y trató de revivir su propuesta de reforma laboral. Sin embargo, en lugar de protagonizar actos que suenan ya a precampaña, el político tiene la obligación de cerrar su mandato pensando en todos los colombianos, poniendo orden en su Gobierno y centrándose en la gestión.
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