La izquierda ante la desintegración del orden mundial

Artem Remizovskyi

¿Cómo pensar el (des)orden global desde la periferia y desde el progresismo? ¿Es posible refundar la Organización de las Naciones Unidas para dar respuesta a un mundo atravesado por conflictos bélicos reales o potenciales y por el accionar de diversas potencias con ambiciones imperialistas? Los casos de Palestina, Ucrania y Taiwán permiten pensar algunos de los desafíos en curso.

La izquierda ante la desintegración del orden mundial

Vivimos en una época de rápida escalada de conflictos militares «congelados». Ucrania, Palestina, Yemen, Armenia, Sudán: el statu quo parecía inamovible en estos lugares, pero ahora las «líneas rojas» se desmoronan mientras las líneas del frente cobran vida. En pocos días, como consecuencia de la agresión y la ocupación, naciones enteras se ven sumidas en un desastre humanitario y amenazadas con perder su capacidad de acción política. La aparición de nuevas zonas de inestabilidad en el mapa global aumenta las dudas sobre la Organización de las Naciones Unidas (onu), que sigue demostrando una constante ineficacia. ¿Es siquiera posible reformar el sistema de seguridad internacional y salvarlo de su colapso final?

Pocos se atreverían hoy a decir que la globalización bajo el estandarte de la hegemonía estadounidense ha sentado las bases para la derrota de las ambiciones imperialistas de las grandes potencias. Por el contrario, intensificó las contradicciones existentes y exacerbó las consecuencias destructivas de las guerras. Cada nueva escalada repercute en todo el mundo desestabilizando los mercados, interrumpiendo las rutas logísticas y provocando oleadas de migraciones masivas, inflación, desvío de recursos a la industria militar y crisis políticas.

En estas circunstancias, los movimientos progresistas y de izquierda se enfrentan a enormes tareas que no guardan proporción con su peso político real. ¿Qué hacer con la onu? ¿Cómo pueden los oprimidos por este contexto escapar de la trampa de la dependencia moldeada por los intereses de los principales actores geopolíticos? ¿Cómo unificar a la izquierda, dejar de discutir sobre «qué imperialismo es más progresista» y construir un movimiento antiimperialista mundial? Por último, ¿qué podemos hacer para que nuestro mundo deje de estar dominado por «la ley del más fuerte»?

Los participantes en la mesa redonda de la conferencia Feuerbach 11 (noviembre de 2023), dedicada en esta oportunidad al tema general «Diálogos de las periferias», compartieron sus reflexiones sobre estas cuestiones y sobre los conflictos de nuestro tiempo. Participaron de las discusiones la politóloga palestina Dana El Kurd, la ex-funcionaria de la onu en Indonesia y Tailandia Chelsea Ngoc Minh Nguyen, el publicista y editor residente en Taiwán Brian Hioe y el antropólogo social ucraniano Volodymyr Artiukh. El debate fue moderado por la historiadora y activista Hanna Perekhoda1.

Un mundo que se desmorona: la situación en Oriente Medio, el Sudeste asiático y la guerra ruso-ucraniana

La escalada de los conflictos militares en la actualidad no es casual, sino que constituye una tendencia. En ella vemos el resultado de la fracasada política del intervencionismo, que a menudo solo ha contribuido a la polarización y a las explosiones de violencia. Según Dana El Kurd, la actual guerra de Gaza es ante todo consecuencia de la política estadounidense, que ignora por completo las intenciones de Israel de anexionarse el territorio palestino y privar a la población local de su derecho a la autodeterminación.

La intervención de eeuu en los procesos políticos en el territorio de Palestina ha provocado la intensificación de los conflictos internos, el aumento del nivel de criminalización y represión, y condiciones poco realistas en los acuerdos de paz que Israel impuso a los palestinos sin tener en cuenta sus intereses. La catastrófica situación se agrava aún más por el hecho de que otros Estados imperialistas, concretamente Rusia e Irán, también llevan a cabo intervenciones en la región. El Kurd considera que Occidente –que dirigió sus esfuerzos a localizar el conflicto en lugar de ponerle fin– ha prestado todo su apoyo a una de las partes, Israel, y privado así a la otra de poder de negociación. Las negociaciones solo se celebraron para preservar el statu quo, no se ampliaron y no incluyeron a representantes de la sociedad civil.

Taiwán se encuentra en una situación similar. Este país, uno de los centros mundiales de producción de semiconductores, se encuentra entre la espada y la pared: eeuu y China, que libran entre sí una guerra tecnológica. Estas superpotencias, afirma Brian Hioe, influyen activamente en las elecciones taiwanesas2, presionan en favor de sus intereses y utilizan su influencia económica.

eeuu suministra armas a Taiwán y afirma que no permitirá la ocupación del país; sin embargo, añade Hioe, a los funcionarios del gobierno estadounidense «les gustaría que Taiwán simplemente desapareciera», ya que consideran que su mera existencia crea problemas. Al mismo tiempo, China amenaza activamente a Taiwán: realiza maniobras militares cerca de sus costas, viola el espacio aéreo del país e impide a los taiwaneses visitar a sus familiares en territorio de la República Popular. Todo esto proporciona un terreno fértil para las especulaciones de las fuerzas de derecha tanto estadounidenses como taiwanesas. Hioe señala que la posición del movimiento de izquierda en el país es bastante débil. La fuerte dependencia de Taiwán de la política exterior estadounidense y china es también la razón por la que, a pesar de los largos debates, la nación insular no ha declarado oficialmente su independencia de China hasta el día de hoy.

Ubicado geográficamente cerca de Taiwán, Vietnam también es objeto de las intrusiones de China. Ambos Estados mantienen una disputa territorial por sus fronteras en el mar de China Meridional, donde se encuentran grandes yacimientos petrolíferos. En mayo de 2023, buques de guerra chinos intentaron bloquear durante un mes la zona económica exclusiva de Vietnam, donde, por cierto, operan empresas energéticas estatales rusas. Según Chelsea Ngoc Minh Nguyen, debido tanto a la conducta agresiva de China como a las prolongadas sanciones de eeuu, Vietnam se ve obligado a recurrir a Rusia, su socio estratégico militar y económico desde la Guerra Fría. Esta dependencia explica por qué el gobierno vietnamita se mantiene neutral en la guerra ruso-ucraniana aun cuando, según Nguyen, la sociedad civil vietnamita apoya predominantemente a Ucrania.

En general, la dinámica mundial demuestra que la hegemonía estadounidense está en profunda crisis. Según Volodymyr Artiukh, las ilógicas e incoherentes intervenciones militares y políticas estadounidenses de las últimas décadas, en particular en Iraq y Afganistán, lograron un éxito limitado y no reforzaron el orden mundial, sino que contribuyeron más bien a su fragmentación. La crisis de las elites estadounidenses y los problemas internos de eeuu aumentan el apetito de otros actores, ya que los gobiernos de países que demuestran ambiciones imperialistas perciben la debilidad de los principales Estados, sobrestiman su propia fuerza e inician guerras, contando con un éxito rápido y el establecimiento de un nuevo statu quo.

Un ejemplo es la guerra entre Rusia y Ucrania. El actual estancamiento en el frente y el hecho de que Ucrania no disponga de recursos significativos que le permitan cambiar la situación a su favor están estrechamente relacionados con la situación interna de eeuu, y esta situación no favorece que Ucrania obtenga el apoyo militar que necesita. Artiukh señala que

en esta fase de la guerra, la tragedia del eeuu-centrismo afecta profundamente la situación. Es obvio que eeuu no tiene un plan claro de cómo seguir apoyando a Ucrania ni una visión de cómo debería evolucionar este apoyo. No sabemos si alguien formulará tal plan antes de que llegue el momento crítico. Ahora, esencialmente, todas las decisiones se trasladan al gobierno ucraniano, a la cúpula militar ucraniana, lo que, desde la perspectiva del contexto político ucraniano, plantea un problema adicional. En resumen, asistimos a un gran número de fracasos que agravan las crisis en diversos países. Ya hemos sido testigos de dinámicas similares en el pasado: por ejemplo, entre eeuu e Israel, donde la falta de un gobierno estable y de una planificación adecuada se emparcha con una intervención militar, sin una estrategia para el futuro.

En otras palabras, no hay motivos para proyecciones optimistas y esperanzas de desescalada en un futuro próximo. Según Nguyen, el mundo está cada vez más fragmentado y, en los últimos años, se ha caracterizado por el auge de los sentimientos nacionalistas en la política internacional. El Sur global no participa en pie de igualdad en los procesos democráticos; su voz es ignorada. Como observan El Kurd y Hioe, todo depende de las decisiones de los grandes actores, que no tienen una verdadera voluntad política de poner fin a las guerras.

Tampoco hay motivos para el optimismo en el caso de Ucrania. Artiukh ve pocas posibilidades de un acuerdo de alto el fuego entre Rusia y Ucrania, ya que la elite rusa sigue confiando en poder ganar la guerra y «encontrar una solución definitiva al problema ucraniano». En opinión del investigador, las ambiciones de la elite rusa van mucho más allá de la simple conservación del poder. Para Nguyen, la situación de Ucrania es similar a la de Vietnam durante la Guerra Fría: un conflicto agotador con un actor geopolítico de primer orden. En su opinión, Ucrania debe buscar herramientas alternativas que le permitan garantizar su soberanía, o de lo contrario se encontrará atrapada en medio de las maniobras que llevan a cabo Rusia y Occidente.

El lugar de la onu en la actual crisis de seguridad mundial

La nueva oleada de escaladas no solo se debe a la crisis de la hegemonía estadounidense. Otra razón por la que las guerras se están convirtiendo en algo habitual y por la que nadie puede detener la agresión imperialista es la crisis del actual sistema de seguridad internacional construido en torno de la onu.

Como señala Nguyen, ha habido varios intentos de reformar la organización. En 2015, Francia y México propusieron que el derecho de veto de los miembros del Consejo de Seguridad de la onu no se aplicara a los casos de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y genocidio. La iniciativa contó con el apoyo de unos 100 Estados miembros, pero fracasó debido a la resistencia del Reino Unido y eeuu. Otro intento de reforma de la onu consistía en convertir a la India y Brasil en miembros permanentes del Consejo de Seguridad y ampliar así el número de Estados representados en ese organismo. Sin embargo, otros miembros del Consejo se opusieron a la iniciativa, en particular China, con la que la India mantiene disputas territoriales y compite por el liderazgo en la región.

En efecto, el antagonismo de las grandes potencias, cuyos intereses contrapuestos chocan en el seno de la onu, impide que la organización funcione eficazmente, como ilustra –señala Nguyen– la incapacidad de la onu para detener la guerra en Gaza. Así, eeuu bloqueó una resolución (presentada al Consejo de Seguridad por Brasil y apoyada por Francia y Japón) en la que se pedía a Israel que detuviera su operación militar y facilitara corredores humanitarios. Como resultado, añaden El Kurd y Hioe, los principios de seguridad internacional establecidos tras la Segunda Guerra Mundial se utilizan de forma muy selectiva, y países como Taiwán o Palestina no reciben suficiente ayuda internacional.

El estancamiento de la onu despierta el apetito de los Estados imperialistas, especialmente de Rusia, que, afirma Artiukh, ha declarado su objetivo mesiánico de cambiar el orden mundial. Según el investigador, el Estado ruso reproduce de hecho la política estadounidense en Afganistán e Iraq y reivindica el papel de soberano mundial «más justo» que eeuu. Sin embargo, las consecuencias de las intervenciones rusas no son menos catastróficas. A pesar de ello, afirma Nguyen, la onu constituye hoy el único mecanismo que hace posible que los países del Sur global denuncien las agresiones sufridas. El derecho internacional otorga legitimidad a los países poscoloniales en los conflictos con las grandes potencias. Por ejemplo, Vietnam, en su disputa por las aguas territoriales con China, evita comprensiblemente una solución militar y prefiere en su lugar apelar a las instituciones internacionales. Subraya Nguyen:

Fuera del sistema de la onu, los palestinos no disponen de mecanismos mediante los cuales hacer realidad su derecho a la autodeterminación y construir un Estado. Lo mismo ocurre en el caso de Ucrania: a pesar de la limitada ayuda humanitaria, el sistema de la onu es la única vía real que tiene el país para denunciar la agresión rusa contra él.

Impotentes y atomizados: la izquierda atrapada por la lógica de la Realpolitik

La debilidad de la onu exige obviamente el desarrollo de alternativas que contribuyan al establecimiento de una paz justa sin imperialismos. Sin embargo, en el camino que conduce a estas alternativas, la izquierda se enfrenta a obstáculos colosales, entre los que destaca su falta de poder político. Señala Nguyen:

En cuanto a la posibilidad de cambios progresistas, creo que los problemas de la izquierda van más allá de la falta de visión. También tienen que ver con la realidad: una realidad en la que es imposible poner en práctica una visión específica a escala internacional. Para lograrlo, se necesita poder político, representación a través de partidos políticos, gobiernos que puedan convertir una visión alternativa en acción.

Sin embargo, dice la antigua funcionaria de la onu, al entrar en el terreno de la política internacional la izquierda suele caer en la trampa de la Realpolitik: una realidad en la que el destino de cada Estado depende del resultado del enfrentamiento entre bloques imperiales. Muchos militantes de izquierda y funcionarios gubernamentales de los países del Sur global apoyaron a Bashar al-Asad por cínicos cálculos geopolíticos: a saber, que apoyar al dictador sirio socavaría la unipolaridad establecida por eeuu. Por desgracia, dice Nguyen, entre los países del llamado Tercer Mundo no hay líderes verdaderamente progresistas capaces de romper el círculo vicioso de la dependencia. En cuanto a la propia izquierda, se fractura con cada nueva escalada; esto, señala Volodymyr Artiukh, tiene un efecto desastroso en su capacidad para analizar la situación militar a escala global y de forma sistemática. Artiukh lo resume así:

A mi alrededor veo la terrible fragmentación de la izquierda tras cada conflicto. Lo mismo ocurre con la mayoría de los intelectuales a escala mundial, que también están fragmentados, sus opiniones divididas. Estamos perdiendo la oportunidad de ofrecer una visión o incluso un análisis básico de la situación. En lugar de limitarnos a las opiniones personales expresadas por tal o cual individuo, nuestro análisis debería generar nuevos conocimientos. Entre investigadores, profesores y plataformas intelectuales alternativas, observo una escasez de análisis realizados a la escala adecuada.

Al mismo tiempo, añade Dana El Kurd, los regímenes autoritarios muestran una tendencia opuesta: cada vez se consolidan más, cooperan e incorporan la experiencia de los demás.

Otro problema que enfrenta la izquierda es la atomización y la falta de conciencia del público, que dificultan la construcción de la solidaridad internacional entre las víctimas del imperialismo. Así, en Ucrania, señala Artiukh, no hay debate político sobre la guerra de Gaza; el gobierno ucraniano apoya oficialmente a Israel, y el discurso público sigue su ejemplo. Una de las razones radica en cómo ve la sociedad ucraniana la defensa de su país, el lugar de este en el mundo y la dinámica «civilizatoria» en general. Para muchos ucranianos, Israel es un país «civilizado» que lleva décadas defendiéndose del «incivilizado» y «agresivo» mundo árabe. Desmontar estos estereotipos es una tarea ardua; sin embargo, dada la similitud de las situaciones ucraniana y palestina, los activistas de la sociedad civil, según El Kurd, tienen cierto margen de maniobra.

En palabras de un diplomático ucraniano –como nos recuerda la historiadora Hanna Perekhoda–, cuanto más invierten los aliados en apoyar a Ucrania, más se convierten los intereses de los aliados en los intereses de Ucrania y los intereses de Ucrania en los intereses de los aliados. Es poco probable que el diplomático en cuestión quisiera decir que los intereses de Ucrania incluyen ahora la construcción de un muro en la frontera con México (una exigencia planteada por algunos republicanos estadounidenses en el Congreso a cambio de desbloquear la ayuda a Ucrania). Las capacidades de la resistencia ucraniana están gravemente limitadas por la dependencia del apoyo de los Estados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (otan). Debido a que los dirigentes ucranianos sobrestimaron la fuerza de Occidente y su voluntad política de ayudar a Ucrania en el enfrentamiento con Rusia, Ucrania se encuentra actualmente en la trampa de la «guerra posicional» sin una salida clara. No solo Ucrania se enfrenta a una difícil situación geopolítica; los pueblos de Taiwán, Vietnam, Palestina, Armenia y muchos otros Estados se encuentran en la misma situación.

Hay que reconocer que vivimos en el mundo del imperialismo, en el mundo de organizaciones internacionales débiles, y que no podemos cambiarlo en una perspectiva a corto plazo. Para que las alternativas defendidas por las fuerzas de izquierda se hagan realidad, la izquierda necesita, como mínimo, emprender un análisis sistemático de los procesos globales (actualmente inexistente debido a la división entre sus intelectuales) y, en el mejor de los casos, adquirir una agencia política significativa.

Paradójicamente, en el nivel local la izquierda suele comprender los problemas existentes y sabe cómo llamar la atención sobre ellos asegurándose de que los oprimidos reciban representación. Sin embargo, carece de perspicacia y, lo que es más importante, de una infraestructura que le permita sentar las bases de transformaciones antiimperialistas globales. En estas condiciones, con fuerzas alternativas progresistas débiles e impotentes, las esperanzas de que las guerras cesen en un futuro próximo –y no se reanuden más tarde– siguen siendo una fantasía.

Es bueno que discutamos y admitamos nuestra debilidad. Es bueno que nos demos cuenta de que cambiar nuestro mundo requiere esfuerzos gigantescos y monumentales. Pero es necesario empezar a hacer el trabajo y cumplir los compromisos.

Nota: este artículo fue publicado originalmente en ucraniano y luego en inglés en la revista Commons, el 8/2/2024, con el título: «International (In)Security: How the Global System is Disintegrating and Why the Left Cannot Stop It». Traducción del inglés Pablo Stefanoni.

  • 1.Video disponible en https://links.org.au/video-international-insecurity-building-solidarity-rupturing-world, 17/11/2023.
  • 2.En las elecciones de enero de 2024 se impuso el candidato del Partido Progresista Democrático, actualmente en el gobierno y partidario de la independencia respecto de China [n. del e.].

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